La gran inundación desconocida: 1973, catástrofe en el sureste


19/10/2015

Samuel Biener

Redactor


Ayer muchos medios de comunicación recordaron la Pantanà de Tous, un episodio de Gota Fría catastrófico que acabó anegando las comarcas de la Ribera Alta y la Ribera Baja en menos de 24 horas en 1982. Sin embargo, detrás de estas fechas hay otra gran inundación olvidada que arrasó muchos pueblos del sureste de la Península Ibérica. El 19 de octubre de 1973 la España más seca se ahogó.

Inundación de 1973 / Martes, 21 de octubre. Estamos a 21 de octubre y disfrutamos de días muy estables e incluso calurosos en el litoral mediterráneo. Las playas se siguen llevando y, a pesar del paréntesis de la segunda quincena de septiembre, parece que al otoño le cuesta llegar. Sin embargo, estos días de octubre cada año suelen suscitar la reaparición de los peores recuerdos provocados por las riadas que, durante estas fechas, se produjeron en el sureste peninsular y litoral mediterráneo en los años 1973 y 1982. Posiblemente sean los dos grandes episodios en nuestro país de inundaciones asociadas a precipitaciones de elevada intensidad horaria en el pasado siglo. Separadas por muy poco en el tiempo y, para más inri, coincidiendo en las fechas: 19 de Octubre, un día aciago para todas aquellas personas que vivieron en sus carnes la destrucción que dejaron tras de sí estos episodios severos.

Mucho se ha escrito sobre estas inundaciones. Sobre todo fue exhaustivamente estudiada la de 1982 al contar con más y mejores medios que en años anteriores (imágenes de satélite, mayor número de estaciones meteorológicas...) pero sobre todo por un hecho conocido por todos: la rotura de la presa de Tous en la provincia de Valencia, que causó una gran inundación en las comarcas de las Riberas de dicha provincia, aunque otras comarcas también se vieron afectadas. Fue una situación que cambió la historia de la meteorología en nuestro país. Nos avisó del gran riesgo al que estábamos -y seguimos estando- expuestos los habitantes del litoral mediterráneo ante situaciones de este tipo como consecuencia de la antropización del medio, un proceso que fue muy acusado en nuestro territorio a partir de los años 50 del siglo pasado.

Por otra parte, tenemos las inundaciones del 19 de Octubre de 1973, siendo las provincias de Granada, Murcia y Almería las más afectadas. En mi opinión, este es el gran episodio desconocido y olvidado -excepto por los lugareños- de la segunda mitad del siglo XX y se debe sin duda a que se vio eclipsado por la década de los 80, pródiga en inundaciones, temporales y nevadas en el litoral mediterráneo. Y, sin embargo, estamos ante la situación que se registró la mayor cantidad de precipitación medida en una hora en nuestro país desde la riada de Santa Teresa (15 de octubre de 1879). Más adelante daremos algunos datos pero podemos adelantar que son impresionantes. Irónicamente es en la zona más seca de la Península dónde encontramos la mayor torrencialidad en lo que se refiere a la precipitación. Algunas poblaciones quedaron arrasadas, con gravísimos daños materiales y con numerosas víctimas mortales como consecuencia de la avalancha de agua y de barro.

El episodio de lluvias torrenciales que azotó al sureste peninsular tiene el "honor" de ostentar el récord de precipitación caída en una hora en el siglo XX en nuestro país, y además dado como válido por Agencia Estatal de Meteorología: en la localidad almeriense de Zurgena cayeron unos 420 mm en una hora y el total de ese día ascendió a los 600 l/m2, que se acumularon en unas 2 horas (teniendo en cuenta el tiempo que estuvo lloviendo), con una primera tormenta que descargó 180 mm entre las 11 y las 12 horas, y los 420 mm comentados anteriormente que se registraron entre las 13 y las 14 horas, con una tregua de una hora entre ambas tormentas. Curiosamente, el mismo día se produjo otro aguacero similar en la localidad granadina de Albuñol, donde cayeron unos 600 l/m2 en pocas horas. Estas precipitaciones de extraordinaria intensidad horaria no se registraban, como ya señalaba antes, en nuestro país desde la tristemente famosa Riada de Santa Teresa, a finales del siglo XIX, en la que se estima que se acumularon hasta 600 l/m2 en una hora en la cabecera del Guadalentín, entre la Región de Murcia y la provincia de Almería. Según el profesor Antonio Gil Olcina, este valor es harto improbable de superar pero no imposible. Para entender la magnitud de estos aguaceros hay que recordar que la ciudad de Almería tiene una precipitación media anual que no llega a los 200 l/m2.

La situación sinóptica de aquel día refleja una situación de acusada inestabilidad en el sureste peninsular con la presencia de una DANA -o gota fría- en el Golfo de Cádiz, que contaba con una temperatura inferior a los -20ºC a unos 5500 metros sobre el nivel del mar y que, además, dejaba al Sureste en el área de divergencia, es decir, en la zona más inestable. ¿Por qué? Es en este flanco donde se dan potentes ascensos verticales de aire que pueden favorecen la formación de nubes de gran desarrollo vertical en caso de contar con condiciones favorables. En superficie había un anticiciclón que desde el Atlántico se extendía hacia Centroeuropa. Por otra parte, además, se formó un desarrollo ciclogenético en Argelia. Por tanto, en capas bajas y medias teníamos un flujo de viento de levante de largo recorrido marítimo, muy húmedo, cálido (por la elevada temperatura de la superficie del mar) e inestable que afectaba de pleno al litoral mediterráneo y sureste peninsular. La baja de Argelia también arrastraba aire sahariano en capas medias aumentando el gradiente térmico en la vertical y acentuando la situación de inestabilidad. A todo esto hay que sumar la importancia del relieve: en el caso del levante almeriense la mayoría de los valles están orientados hacia el este (por tanto, los vientos del primer y del segundo cuadrante pueden penetrar hasta piedemonte por estos valles), y encontramos una orografía muy vigorosa capaz de potenciar los ascensos de aire. Otro tanto sucede en el sur de la provincia de Granada, sólo que en este último caso es la mole de Sierra Nevada la que se encarga de esto. Son procesos similares a los que ocurren en el norte de Alicante y sur de Valencia con viento de gregal. El tipo de suelo también nos ayuda a entender lo que sucedió en esta situación: en las zonas llanas predominan materiales poco competentes como arcillas o yesos, que son fácilmente erosionables. Mientras tanto, en las zonas montañosas aparece la caliza con pendientes tan elevadas que en casos de precipitaciones de gran intensidad horaria es imposible que el agua pueda filtrarse. Además, en estas zonas las sierras poseen poca vegetación en las solanas, por lo que el agua llega rápidamente a piedemonte y a las ramblas situadas más abajo, arrastrando todo lo que encuentra en su camino.

La combinación de todos estos elementos nos ayudan a entender las gravísimas consecuencias de este episodio. El agua y el fango se llevó todo lo que se ponía por delante y de hecho algunos pueblos fueron literalmente borrados del mapa. Los ríos y las ramblas se desbordaron alcanzando caudales medios y puntas extraordinarios. De norte a sur se sucedían las imágenes dantescas. En Puerto Lumbreras la Rambla de Nogalte llegó a tener un caudal de unos 3000 m3/s (recordemos que el caudal medio del Ebro no llega a 500 m3/s) y se llevó la vida de unas 100 personas que estaban en el mercadillo que se realizaba en la rambla debido a la inundación relámpago que se produjo. La riada llegó en forma de ola de 5 metros de barro y de agua.

En el levante almeriense, donde las ramblas y los ríos se desbordaron, se dice que fallecieron unas 10 personas. Por suerte en esta zona bastantes localidades estaban amuralladas o en alto, lo que mitigó en parte la inundación. El dato más llamativo lo ofreció el río Almanzora que llegó a tener un caudal medio de 3500 m3/s y puntas superiores a los 5000 (casi como el caudal medio del Danubio).

Por último, en la provincia de Granada la localidad más afectada fue la Rábita, situada junto a la desembocadura de una rambla que recoge las aguas de otras tantas situadas por la zona de Albuñol, donde cayeron 600 mm. La avalancha de fango y de agua fue tal que medio pueblo desapareció junto con el puente, formándose un espectacular delta debido al arrastre de materiales. Se estima que la rambla llegó a contar con un caudal de casi 2600 m3/s. Las calles de esta localidad quedaron semienterradas debido a la gran cantidad de material sólido que arrastró la rambla. En La Rábita murieron unas 50 personas.

Antes y después

La riada del 19 de Octubre de 1973 dejó un panorama desolador: parte del sureste arrasado, centenares de fallecidos y daños materiales valorados en miles de millones de pesetas. Posiblemente no hubiese sido tan desconocida de no haber tenido una década como la de los 80 en el Mediterráneo, cuando las inundaciones se sucedían año tras año, destacando 1982, 1987 y 1989. Octubre de 1973, una situación extraordinaria. Una de las grandes. Una de las más mortíferas. El día en que parte de la España más seca se ahogó.

Más información:
- Recuerdos de una riada, en Cazatormentas.
- Titulares Adurcal.