Equinoccio: qué hay de mito y qué de realidad


08/03/2016

Juan José Villena

Redactor


Imagínense el planeta partido en dos de norte a sur: una mitad iluminada y la otra sumida en la oscuridad. Esto sucede el 22 o 23 de septiembre y el 20 o 21 de marzo. Tal instante se denomina equinoccio, aequinoctium en latín que significa «noche igual», y marca el inicio de la primavera y el otoño.

Hay muchas realidades, mitos e incluso reliquias arquitectónicas que convierten al equinoccio en un momento importante a escala planetaria. ¿No habrán intentado enderezar un huevo en el reciente tránsito? Entre la falsa astronomía corre el rumor de que justo en este momento dichos derivados de la gallina se convierten en auténticos equilibristas, un hito que con paciencia y tiempo libre puede ocurrir cualquier día. Este evento astronómico va bastante más allá. Hiparco de Nicea, astrónomo griego, teorizó sobre el movimiento de precesión de la Tierra 150 años antes de Cristo. El globo terráqueo gira alrededor del sol, sobre su mismo eje y también se balancea. Este último movimiento fue descubierto por el genio Hiparco. Hay dos momentos claves en dicha oscilación en los que el sol se sitúa justo sobre el plano del ecuador terrestre trazando una línea recta de luces y sombras. Imagínense el planeta partido en dos de norte a sur: una mitad iluminada y la otra sumida en la oscuridad. Esto sucede el 22 o 23 de septiembre y el 20 o 21 de marzo. En esas fechas el día y la noche cuentan, prácticamente, con la misma duración en todo el mundo. Tal instante se denomina equinoccio, aequinoctium en latín que significa «noche igual», y marca el inicio de la primavera y el otoño.

A lo largo de la historia las diferentes civilizaciones han acostumbrado a mirar al cielo en búsqueda de respuestas. La duración del día y la noche, los cambios de tiempo y los diferentes climas influyen, por ejemplo, en la siembra y recolección. Esta obviedad es fundamental para la agricultura, una actividad clave para la subsistencia, y el equinoccio es importante en tanto que anticipa una tendencia hacia el frío o el calor. Algunas culturas atribuyeron a este instante poderes extrasensoriales. Los Mayas hicieron grandes aportaciones a este misticismo. Con la llegada de la primavera y el otoño miles de turistas se aglutinan en el Yucatán mexicano, en Chichén Itzá, para ver como desciende Quetzacoatl, la serpiente emplumada, por la pirámide de Kukulcán. Los mayas se las ingeniaron para que la arquitectura creara dos días al año una ilusión óptica que al tocar suelo, según los toltecas, era capaz de abrir una fuente de energía positiva. Ahora que, al parecer, el flujo de optimismo se ha cortado al menos se conocen otros muchos efectos palpables en nuestro planeta que suceden al equinoccio.

El equinoccio de marzo, enclavado entre los días 20 y 21, es el paso del invierno a la primavera en el hemisferio norte y del verano al otoño en el sur. En el Polo Norte una noche de seis meses da paso a un día que, también, se alargará otro medio año. En el Polo Sur pasa justo al contrario. En el equinoccio de septiembre, que cae entre los días 22 y 23, cambian las tornas. El hemisferio norte da la bienvenida al otoño mientras que el hemisferio sur se adentra en la primavera. ¿Ahora notan cómo se balancea la Tierra?