19/09/2015
Miguel López
Redactor
Según organismos estatales y mundiales del ámbito de la meteorología y climatología, las evidencias de un fuerte episodio de “El Niño” para este verano 2014 son más que evidentes. Según la Organización Mundial de Meteorología, en su comunicado de prensa 993, dice que hay un 60% de probabilidad de que durante el verano se instale un fenómeno de “El Niño”, aumentando esa probabilidad entre un 75-80% durante el otoño y el invierno.
Según organismos estatales y mundiales del ámbito de la meteorología y climatología, las evidencias de un fuerte episodio de “El niño” para este verano 2014 son más que evidentes. La Organización Meteorológica Mundial, en su comunicado de prensa 993, dice que hay un 60% de probabilidades de que durante el verano se instale el fenómeno de “El Niño”, aumentando esa probabilidad a un 75-80% durante el otoño y el invierno. Según los modelos de predicción y los expertos el fenómeno de “El niño” tendrá su mayor intensidad durante el cuarto semestre, manteniéndose durante los dos primeros meses del 2015, cuando empezará a disiparse.
A raíz de esto, en las últimas semanas los medios de comunicación nos ofrecen información sobre el fenómeno “El niño”. Nos cuentan que “nos preparemos” para un fuerte episodio que traerá grandes cambios, “rompiendo los patrones de nuestras condiciones climáticas o meteorológicas”.
¿Por qué decimos que “romperá los patrones” de comportamiento de la atmósfera?
Esta afirmación, tan usual por parte de los medios de comunicación a la hora de hablar de este tipo de cambios atmosféricos, no es del todo correcta. Primero, hablar de patrones en la atmósfera es un poco atrevido; segundo, en tal caso que consideremos que existen ciertos patrones en el comportamiento atmosférico (que los hay, pero los tratamos como bíblias y únicas verdades), si este fenómeno tiene su recurrencia a lo largo de los años y hay constancia de que este fenómeno lleva dándose milenios, ¿no formará parte del propio “patrón” de comportamiento de la atmósfera? Tendemos a clasificar aquellas condiciones atmosféricas más repetitivas como las normales, cuando son los desequilibrios los que también ponen en marcha y dan continuidad a todo el sistema.
Antes de comenzar con el propio fenómeno deberíamos conocer el término de “Teleconexión Climática”, puesto que “El niño” no es más que un ejemplo de estas teleconexiones que existen en el sistema climático, aunque por su gran influencia en el comportamiento “normal” (repito, normal es también el propio fenómeno) atmosférico y sus terribles consecuencias en ciertas regiones del mundo, lo hacen el más conocido de todas las teleconexiones. Una Teleconexión Climática se podría definir, burdamente, como las relaciones o conexiones existentes entre las anomalías de ciertas variables meteorológicas de 2 puntos del planeta distanciados entre sí. Así, por ejemplo, de la teleconexión climática “Oscilación del Atlántico Norte” (NAO) mide la desviación de la diferencia de presión entre Islandia y las Azores. Estas teleconexiones se miden a través de índices, los cuales según sus valores pueden darnos cierta idea de cómo va ser el devenir atmosférico a medio-largo plazo. Así en el caso del Índice NAO, valores negativos implican una disminución en la intensidad de los vientos medios del Oeste en latitudes medias del Hemisferio Norte, lo que se traduce en mayor probabilidad de una circulación menos zonal (oeste-este), es decir una circulación más meridional (norte-sur) del Jet Stream. Esto a su vez implica que nuestras latitudes estén más favorecidas a la aparición de situaciones de precipitación e inviernos más fríos, por lo menos en la mitad oriental peninsular, ya que en nuestra vertiente mediterránea es algo más complejo.
En el caso de ENSO (El Niño-Southern Oscillation), el fenómeno en sí consiste en un cambio sustancial de las condiciones “normales” de la zona intertropical del Pacífico. El ENSO se refiere a la variabilidad natural del sistema climático atmósfera-océano presente en el Pacífico Tropical. En este lugar del mundo los vientos medios son los llamados alisios (vientos del este), empujados por los anticiclones subtropicales tanto del hemisferio norte como del sur. La fase oceánica es lo comúnmente llamado El Niño, en la cual las aguas cálidas, “normalmente” presentes en la zona occidental del Pacífico, se ubican en la parte oriental o central, cerca de las costas de Perú y Chile. La parte atmosférica, Oscilación Sur, consiste en las diferencias de presión entre la zona occidental, Darwin (Australia), y la zona central-oriental, Islas Tahití. Ambas fases reciben el nombre de ENSO. Como veremos a continuación existe una fase de La Niña, donde las condiciones “normales” son fortalecidas (alisios) por lo que existe una gran acumulación de aguas muy cálidas en el oeste del Pacífico intertropical. Así pues el ENSO engloba estos comportamientos cíclicos (3-7 años) de enfriamientos y calentamientos de este complejo sistema acoplado atmósfera-océano en esta parte del planeta.
Los alisios son grandes vientos del este que crean corrientes marinas superficiales en dirección este-oeste en la zona del pacífico intertropical. Debido a esto se produce una diferencia de la temperatura superficial oceánica entre las aguas situadas al oeste (más calientes) y las del este (más frías) del pacífico ecuatorial, puesto que en esta última región afloran las aguas más frías del fondo marino. A su vez se produce cierta convergencia de aire en las costas de Oceanía tras la llegada de los vientos del este, cálidos y húmedos, provocando precipitaciones. Esta convergencia de aire provoca una disminución de la presión atmosférica en este punto del planeta, mientras que en la costa este existen valores más altos de presión atmosférica en comparación al otro extremo, debido al retorno del aire que ha convergido en la zona del Pacífico occidental. El retorno del aire se realiza con los vientos del oeste en altura, el cual mediante subsidencia (descenso de aire) vuelve a la superficie en la región oriental del Pacífico para volver a formar parte de los alisios superficiales (véase figura de encabezamiento).
El comportamiento descrito diríamos que es el “normal”, aunque en ocasiones puede variar, intensificándose (Fase de la Niña, fase fría) o debilitándose (Fase del Niño, fase cálida). El fenómeno de La Niña no es más que el fortalecimiento de los alisios del este, por lo que las diferencias de temperaturas entre el este (costas de Perú y Chile) y la costa oeste (Australía) se hacen más evidentes. Debido a este fortalecimiento de los vientos las precipitaciones son más fuertes en la costa oeste mientras que se existe un periodo de déficit pluviométrico en la costa este.
La fase El Niño o fase cálida, es pues el debilitamiento de estos vientos del este, alisios, incluso en ocasiones puede invertirse la dirección del campo de vientos superficial configurándose en superficie vientos del oeste. Así pues, en lo que consideramos condiciones “normales”, las aguas cálidas se sitúan ahora en la costa oeste del Pacífico (Chile y Perú), mientras que el afloramiento de aguas más frías se da en la parte occidental (Oceanía). Dependiendo del debilitamiento de los alisios, la aguas cálidas se concentrarán o bien en el centro o en el este del Pacífico, incluso en ambas regiones. Si el debilitamiento no es sustancial serán las aguas centrales las que sufran ese calentamiento, puesto que no llegarán a la costa oeste.
Consecuencias del ENSO
Las consecuencias directas de este cambio de las condiciones “normales” ya han sido citadas anteriormente. Durante la fase de El niño las costas occidentales de América del Sur, concretamente Perú y Chile, suelen presentar un periodo de precipitaciones importantes que provocan severas inundaciones, en contraposición a la zona oeste del pacífico ecuatorial. Pero debido a la gran escala que abarca el ENSO, un fenómeno que llega a variar el comportamiento atmosférico de muchas partes del mundo, llega a alterar la circulación de la célula de Hadley. A continuación detallamos un listado de sus efectos:
Los efectos más importantes y detallados en el listado anterior se centran en aquellos lugares donde el fenómeno está más próximo. Pero como ya hemos comentado la influencia del ENSO es global, repercute en todo el sistema. De hecho, cuando se han registrado lo que se denomina “Año del Niño”, debido a un fuerte episodio de éste, ese periodo ha sido catalogado como uno de los más cálidos, por lo que el ENSO provoca un aumento de la temperatura media global. Aunque paradójicamente, a escala regional, puede provocar una disminución de las temperaturas medias en un lugar concreto.
En lo que se refiere a zonas más próximas a las nuestras, el ENSO suele provocar una disminución del número de ciclones tropicales en el Atlántico (huracanes), aunque lo más importante para nosotros es la bajada en latitud de la corriente en chorro, que viene a ser la “cinta portadora” de las borrascas asociadas al frente. En cuanto a la península ibérica las posibles consecuencias de un fenómeno del niño son más difíciles de citar, la incertidumbre es alta. Lo que no quiere decir que no existan, simplemente son difíciles de determinar. Esto es debido por supuesto a la lejanía del centro o del foco de atención donde se da lugar dicho fenómeno y también a que entran en juego otros índices o teleconexiones como la NAO, la AMO (Atlantic Multidecadal Oscillation) o la QBO (Quasi Bienial Oscillation), por lo que la situación es mucho más compleja. Según un estudio del Servicio Británico de Meteorología (www.metoffice, ENSO IMPACTS), en la península ibérica una aparición del fenómeno en verano ocasionaría un aumento de las precipitaciones entre el final de éste y del otoño. En cuanto a las temperaturas el cuadrante noreste y el centro presentarían una anomalía positiva. Otros destacan que durante la fase de “La Niña” existe una anomalía negativa del 25% en la precipitación la península ibérica, puesto que sea genera una anomalía de presión positiva en la zona de las Azores en situaciones de “La niña” (Pozo Vazquez, 2005). Por otra parte, muchos otros autores determinan en sus estudios que la correlación del ENSO en la variabilidad climática en la península ibérica no es significativa o correlativa.
Es complicado llegar a una conclusión final cuando diferentes autores, expertos en la materia, no obtienen los mismos resultados en sus investigaciones. Ante la perspectiva de un intenso “Niño” para finales de verano, en mi opinión deberemos estar atentos al acoplamiento de éste con otras teleconexiones como la NAO, la AMO, la EA e incluso el patrón de Las Aleutianas. Sea como fuere, por el ENSO, la NAO o la AMO, ojalá tengamos situaciones propicias para lluvias en nuestro territorio. De no ser así, la sequía que estamos teniendo en estos meses pasará de ser sequía meteorológica y agrícola a sequía hidrológica, donde las reservas en acuíferos, lagos, ríos o embalses empezarán a flaquear.